Somos esclavos de esa mirada, la necesitamos, como al aire. Hacemos cualquier cosa por atraer esa mirada. Intentamos ponernos en el capo visual del otro, quisiéramos tener un reflector que nos ilumine, quisiéramos brillar para ser mirados.
Lo curioso es que los ojos que más nos obsesionan, son aquellos que no nos pueden (o quieren) mirar.
La mejor mirada no es la que se nos niega... sino esa mirada que no vemos, la que ignoramos, distraídamente. Esa mirada inesperada, fuera de todo cálculo, esa mirada que nos ve cuando no nos sentimos mirados y por lo tanto nos mostramos mejor.
Una mirada capaz de atravesar la máscara y ver lo que hay detrás.
Todos somos como luces apagadas que solo se encienden cuando alquien nos mira.Resiste (libro) - Casi Ángeles.
Abramos la puerta para ir a descubrir.
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